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jueves, 26 de mayo de 2011

Los secretos de China


La cultura china se adelantó varios milenios a los demás imperios de la antigüedad y sus orígenes están rodeados de misterios. El Imperio Celeste surgió de pronto, lleno de perfección, sin aparente relación con las épocas precedentes. Los chinos, que se denominaron a sí mismos "Hijos del Cielo", situaban los orígenes de su civilización en una isla del Pacífico, morada de los inmortales, que fue sepultada por las aguas.

Cuatro mil años ates de nuestra era, los médicos chinos conocían las funciones de los distintos órganos corporales, practicaban la cirugía y sabían que la circulación depende del bombeo cardíaco. Además, dominaban la astronomía, la aleación de algunos metales y manejaban con soltura los fundamentos de la química.

Se trataba de una civilización que pareció brotar de la nada, espléndida y llena de sabiduría, sin haber atravesado antes los torpes y vacilantes estadios culturales que otros pueblos tuvieron que ir superando penosamente. ¿Cuál era ese misterioso "País del Sur" de donde, según las más antiguas tradiciones chinas, llegó la savia civilizadora? .

Los libros sagrados chinos hablaban de un lugar paradisíaco situado en la cima de una montaña de la isla de P´eng Lai, en los Mares Orientales, es decir, en el Pacífico. De allí llegaron unos sabios inmortales, los Hijos del Cielo, que surcaban los aires con sus mágicos aparatos voladores y podían dominar las energías de los truenos y los relámpagos. Los primeros mapas elaborados por los chinos estuvieron destinados a representar la isla de P´eng Lai, cuyos contornos se grababan en relieve sobre incensarios y vasijas. Incluso se mandaron varias expediciones para localizar aquél paraíso perdido, pero todas regresaron sin poder dar noticias ni de su ubicación ni de los inmortales que allí supuestamente moraban. Sin embargo, los chinos no perdieron la memoria de sus orígenes y por eso se dieron a sí mismos el calificativo de "Hijos del Cielo".

El famoso sinólogo y acupuntor J. A. Lavier, sugiere que el pueblo chino pudo tener su origen en el desaparecido continente de Mu o Lemuria, sumergido en el Pacífico hace más de 10.000 años. Sería este el mítico "País del Sur" del que hablan las crónicas, cuyos supervivientes sembraron la semilla de su sabiduría en el sudeste asiático.

El Emperador Amarillo

En las llanuras centrales de China, en torno al poder fecundador del gran Río Amarillo, se han encontrado las evidencias más tempranas de una civilización firmemente establecida ya en la etapa neolítica. El excedente de alimentos generado por los agricultores permitió el mantenimiento de una casta de sacerdotes, intelectuales y artistas que pusieron las bases de los grandes imperios chinos posteriores. Las crónicas más tempranas hablan de un personaje legendario, Hoang Ti, el Emperador Amarillo –nacido de una madre virgen, al igual que todos los dioses y héroes de la antigüedad-, que expandió las fronteras del imperio, consolidó las artes, las ciencias y la medicina y destacó por su dominio de las artes mágicas. En cierta ocasión logró una victoria decisiva porque tenía un compás magnético que le permitió orientar a su ejército en medio de una espesa niebla.

Grandes inventores

Casi todos los inventos que han permitido el desarrollo de la cultura occidental, tal como la concebimos hoy en día, eran conocidos en China varios siglos o incluso milenios antes que en Europa.

En el siglo VI a.C. los chinos practicaban el cultivo en surcos y la eliminación de las malas hierbas, lo que les permitía mantener una agricultura floreciente. Este sistema no se desarrolló en Occidente hasta el siglo XVIII.

En el siglo VII d.C. los chinos crearon el reloj mecánico, un sistema por el que una pequeña rueda gira a la misma velocidad que la Tierra de una forma más o menos continua. A partir de esta maravilla, los chinos hicieron relojes astronómicos que indicaban los movimientos del Sol, la Luna y los planetas.

En el siglo I a.C. los chinos empezaron a perforar la tierra para obtener gas natural, llegando a instalar complicados sistemas de plataformas, torres y conducciones que canalizaban la extracción. Con el gas obtenido producían luz y calor que eran aprovechados por todos los habitantes de la zona donde estaban situados los pozos. Estos métodos no se aplicaron en Europa hasta 1841.

En el siglo II a.C. se había generalizado en China el uso del papel, que se empleó antes para confeccionar ropa ligera y resistente, para la higiene personal, en la industria de la laca y como envoltorio antes que para escribir. Respecto a la brújula, uno de los inventos más conocidos de los chinos, se empleaba ya en el siglo IV a.C. aunque no llegó a Europa hasta el siglo XIV de nuestra era.

La medicina amarilla

Para los chinos, la explicación de la eficacia de la acupuntura, conocida en el Imperio Amarillo desde hace unos 6.000 años, radica en la existencia de canales por donde circula el chi, la energía que se manifiesta en el Universo y en todos los seres vivos. El desequilibrio entre la energía yang (solar, masculina, seca y cálida) y la yin (lunar, femenina, húmeda y fría) produce la enfermedad, que se cura pinchando en esos puntos y redistribuyendo la energía.

Este concepto del chi se encuentra en la base de toda la medicina china, al igual que en las concepciones religiosas, filosóficas e incluso científicas de China. Lo extraordinario es que los médicos del Imperio Celeste conocían la circulación de la sangre ya desde el siglo II a.C. Este último concepto no se conoció en Europa hasta 1546, gracias a Miguel Servet.

También en el siglo II a.C. los chinos, adelantados en más de dos mil años a la bioquímica moderna, sabían aislar las hormonas sexuales y pituitarias de la orina humana, fabricando medicamentos para tratar enfermedades del sistema endocrino. Igualmente conocían los efectos de las carencias vitamínicas, curaban la diabetes y el bocio 2.500 años antes que en Occidente y, lo que es más asombroso todavía, poseían el secreto de la vacunación contra la viruela, una de las grandes plagas de la antigüedad. Los médicos chinos extraían tejido corporal de quienes habían estado en contacto con la viruela y lo depositaban, sobre un algodón, en las fosas nasales de quienes querían vacunarse, logrando así que el propio organismo produjera anticuerpos. Este descubrimiento fue obra, al parecer, de un alquimista taoísta del siglo X que vivía en Sechuán y al que las crónicas describen como "adepto de la escuela de los Antiguos Inmortales". Este sabio debía ser un especialista en la llamada alquimia interna, según la cual el elixir de la inmortalidad no se elaboraba en un laboratorio sino en el interior del cuerpo del iniciado.

Un tesoro espiritual

Son incontables las parcelas en las que los chinos han destacado como pioneros: cartografía, matemáticas, artes, geología, transporte, física, agricultura, ingeniería, medicina, tecnología doméstica e industrial.. . La portentosa sabiduría del Imperio Amarillo, procedente, según las leyendas, del paraíso perdido de P´eng Lai, asombra todavía hoy al Occidente materialista y racional.

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