El dilema del prisionero

¿Las máquinas piensan? O, lo que es más importante, ¿creemos que piensan? Esta es la pregunta que se hizo un grupo de investigadores cuya labor fue financiada con fondos comunitarios, y la respuesta parece ser que «sí», si la máquina en cuestión se asemeja a un ser humano. Los resultados plantean incluso más preguntas para futuras investigaciones.

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El estudio, dirigido por el Dr. Sören Krach y el profesor Tilo Kircher de la Clínica de Psiquiatría y Psicoterapia de la Universidad RWTH de Aachen (Alemania), se ha publicado en la edición del 9 de julio de la revista gratuita en Internet PLoS ONE.

El equipo investigó la interacción que se produce entre la gente y los ordenadores y, más concretamente, si los humanos responden de manera distinta a ordenadores con una apariencia más «humana».

Los participantes del estudio jugaron al «dilema del prisionero». Desarrollado por la RAND Corporation, este juego seminal enfrenta a dos personas entre sí. Se parte del supuesto de que la policía detiene a ambos jugadores y los interroga por separado. Cada jugador puede salir de la cárcel si declara en contra del otro jugador, que en ese caso permanecería en la cárcel durante diez años. En cambio, si ninguno confiesa, los dos se quedarían seis meses en la cárcel. Esta situación se ha adaptado y aplicado a múltiples teorías sociopolíticas con el paso de los años.

En este estudio, los participantes se enfrentaban a cuatro compañeros de juego distintos: un ordenador portátil, un robot funcional de Lego, el robot antropomórfico Barthoc Jr. y un humano. Todos los contrincantes realizaron la misma secuencia de jugadas, hecho que no se reveló a los humanos participantes en el juego.

Los investigadores observaron que los participantes valoraban al robot antropomórfico como más competitivo y menos cooperativo que el robot funcional y el ordenador. Los científicos no percibieron diferencias relativas a la competitividad entre el jugador humano y el robot antropomórfico. También se percataron de que los jugadores humanos tenían más empatía con el robot antropomórfico que con el robot funcional y, además, la interacción era más agradable.

Los participantes valoraban la mera apariencia del robot antropomórfico como más humana y ganarle infundía sentimientos más positivos que los que se producían al ganar al robot funcional o al ordenador portátil.

Este estudio constituye la primera prueba de que el grado de humanidad de la «persona» correspondiente influye en la percepción, la comunicación y el comportamiento. Además, demuestra que esta modulación se produce de forma lineal. Por lo tanto, cuantas más características humanas muestre el agente o la entidad, más tiende la gente a formarse una imagen de su «mente».

Los descubrimientos también permiten a los investigadores concluir que los humanos modifican su comportamiento en función del grado de semejanza del robot con un ser humano. Además, cuanto menos antropomórfico sea un robot, mayor es la expectativa de que actúe de forma «extraña». Esto sugiere que, cuanto más humanoide es un robot, mayor es la expectativa de que el robot se comporte como un humano.

Este trabajo recibió apoyo comunitario mediante el proyecto COGNIRON (Cognitive robot companion, «Robot cognitivo de compañía»), que está financiado a través del área temática «Tecnologías de la sociedad de la información» del Sexto Programa Marco (6PM).

http://www.plosone.org/article/fetchArticle.action?articleURI=info:doi/10.1371/journal.pone.0002597